La guía más grande Para diezmar a pastor

Y si acertadamente es cierto que alguno llegaba a mentir, a defraudar en su afirmación entregando menos de lo que le correspondía, no es menos cierto que en Caudillo Cuadro religiosamente notorio puntualmente entregado.

No puede llamarse oportuno quien no tiene lo que ama, sea lo que fuere; ni el que tiene lo que gobernante si es pernicioso; ni el que no ama lo que tiene, inclusive cuando sea lo mejor (Santo AGUSTÍN, Sobre las costumbres de la Iglesia, 1).

Estas dos virtudes, es decir, la humildad y la caridad, son tan indivisibles y tan inseparables, que quien se establece en una de ellas de la otra forzosamente se adueña, porque así como la humildad es una parte de la caridad, así la caridad es una parte de la humildad. Si nos paramos a mirar las cosas que el apóstol llamo estériles sin el aceptablemente de la caridad, observamos que esas mismas son también infructuosas si descuido la verdadera humildad.

A partir de aquí desaparece toda clase de roces, siendo valentísimo el mutuo entendimiento entre la Iglesia y el Estado, quienes se distribuían los diezmos con arreglo a lo establecido.

Adicionalmente, el escritor de Hebreos muestra lo apropiado del diezmo de Abraham dado que fue dado al “sacerdote del Altísimo Altísimo” (He. 7:1). Hay un sentido inherente de continuidad en Hebreos 7 que conecta el diezmo de Abraham con los diezmos que los levitas recibieron (y dieron) bajo el pacto moyálico.

Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Aspirad a los dones más excelentes; yo quiero mostraros un camino todavía mejor. El apóstol, en efecto, hace notar como los mayores dones sin la caridad no son nulo y como esta misma caridad es el mejor camino para resistir a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad (SANTA autobiográficos, 227-229). TERESA DE LISIEUX, Manuscritos

A menudo restringimos la caridad a su óptica activa: a las obras que realizamos en servicio del prójimo. Pero también es caridad ese modo de contar con los demás que consiste en aceptar su ayuda,  en proporcionarles la delantera de ser acreedores a nuestra reconocimiento. Con frecuencia la razón de nuestra hosquedad delante los favores ajenos radica en el egoísmo de no perder cierta preeminencia: esa preeminencia de quien jamás esta en deuda.

La caridad nos lleva a cuestionar las desigualdades sociales y a trabajar por un mundo más ajustado y equitativo.

Nos ayuda a crecer en nuestra Certeza, a poner a Dios en primer lugar y a contribuir al trabajo de la iglesia. Asimismo puede traer bendiciones tangibles a nuestras vidas y liberarnos del apego al capital.

Lo más precioso de todo es que el sistema financiero de la iglesia no está basado en estrategias e ideas humanas sino sobre principios bíblicos.

“Si los negocios de la Asociación no se administran de acuerdo con las ordenanzas del Señor, es pecado de los que están actuando incorrectamente. El Señor no lo tendrá por culpable, si usted hace lo que puede por corregir el mal. Pero no pequen ustedes reteniendo lo que es propiedad de Altísimo”. Cuando ella usó diezmos fuera de los canales regulares de la denominación, lo hizo para ayudar a ministros que estaban pasando por experiencias de sufrimiento y carencia similares a los que ella y su cónyuge habían sufrido en años have a peek at this web-site anteriores. Ella mencionó: “Y cuando he visto obreros en esta causa que han sido honestos y leales en torno a la obra, y se les ha dejado sufrir, es mi deber conversar en su atención. Si esto no mueve a los hermanos para ayudarles, entonces yo debo ayudarles, aún si me aproximación obligada a usar parte de mis diezmos en hacerlo”. Su hijo W. C. White, señaló que muchas veces las Asociaciones respondían a sus peticiones y daban la ayuda necesaria. Pero en algunos casos en los que la asociación no tenía los fortuna o no se apreciaba apropiadamente al Artesano, ella le decía a su contador: “Envíe ayuda tan pronto como pueda, y si es necesario tómelo de mi diezmo”. A principios del siglo se levantó una controversia en cuanto a singular de estos casos.

Esta actos se continúa en otros libros como Levítico y Deuteronomio, donde se establece la obligación de acertar el diez por ciento de los frutos de la tierra y los animales al Señor.

En el libro de Hebreos, el autor acento del sacerdocio de Melquisedec y establece que Abraham, el padre de la Certeza, entregó el diezmo a Melquisedec mucho antes de que se instituyera la clase mosaica.

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